martes, 25 de octubre de 2011

La construcción del humor en la poesía

No se puede hablar de humor en la poesía sin remitirnos a la poesía barroca. La lírica barroca representa la ruptura del equilibrio renacentista. Este cambio se lleva a cabo por medio de dos tendencias: el culteranismo, representado por Luis  de Góngora, y el conceptismo, encabezado por Francisco de Quevedo (Madrid 1589-Villanueva de los infantes 1645). Ambos postas mantuvieron entre sí una gran rivalidad y son, junto con Lope de Vega, los principales autores de la lírica barroca.
La nueva poesía reflejó los contrastes característicos de la época. De este modo, junto a un tratamiento serio de temas como el desengaño o la muerte, se desarrolló una tendencia poética de carácter humorístico y satírico.
El Barroco busca la ruptura del equilibrio entre forma y contenido que caracterizaba a las obras literarias del período anterior. Este propósito común de desestabilizar se encuentra en la base de las dos principales tendencias renovadoras de la época:
·         El culteranismo: persigue la belleza formal. Este movimiento rompe el equilibrio renacentista potenciando en las obras el valor de la expresión. Se centra en la elaboración pormenorizada del significante, en el cuidado minucioso del lenguaje (su máximo representante es Luis de Góngora, por ello también se ha denominado también como gongorismo a esta corriente).
·         El conceptismo se fija fija más en el contenido y prefiere emplear recursos de ingenio, como juegos de palabras, asociaciones de ideas y dobles sentidos. De esta forma, deshace la armonía clásica mediante la elaboración compleja del significado. El poeta conceptista utiliza a menudo recursos de carácter semántico, como la ironía, la paradoja, la antítesis, la hipérbole, el equívoco e incluso la caricatura. El representante más importante del conceptismo poético es Francisco de Quevedo. Su estilo revela un dominio magistral de la lengua: la ironía, la parodia, los juegos de palabras basados en el juego fónico (paronomasias) o en el doble sentido (dilogías) y las metáforas que se apoyan en relaciones sorprendentes son constantes en su poesía. El poeta recurre con frecuencia a expresiones vulgares y coloquiales, e incluso crea nuevas voces (neologismos). Quevedo adopta así una actitud de juego permanente con el lenguaje.
La poesía de Quevedo es muy variada, en ella se abordan prácticamente todos los temas. Pero es en sus poemas burlescos y satíricos, donde se percibe su tono humorístico, aunque también una visión pesimista. Algunos de los temas que aborda son las costumbres de su tiempo, la sátira de rivales literarios como Góngora o la parodia de personajes mitológicos.
Cualquier motivo, cualquier tipo o carácter puede ser objeto de su deformación caricaturesca.
 

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